2014, salir de la crisis o perpetuar el modelo
(Publicación para Anuario de Asturias 2015)
El fin de 2014 llegó con la cantinela de la recuperación económica, de un cambio de tendencia que marcaba el principio del fin de la crisis. Más allá de los anuncios interesados del Gobierno –de los Gobiernos-, de los sesudos editoriales de los medios de comunicación entregados a la loa de los grandes poderes en la sombra que los controlan, o de las estadísticas sesgadas, que aceptan trabajos de unas pocas horas semanales para eliminar un parado de sus listas, lo que ha pasado en 2014 y lo que se puede esperar de 2015 dista bastante de lo que los ‘rajoy’, ‘sánchez’ o las ‘cospedales’ de turno anuncian, siguiendo el dictado de los ‘botines’ estructurales que, como ventrílocuos, los usan para extender un mensaje de recuperación falso.
De hecho, 2014 ha sido el año en el que se han sentado las bases para la perpetuación de un modelo en el que la exclusión dejó de ser cosa “pobres”, sin formación ni empleo, para extenderse a 2 millones de trabajadores y trabajadoras en activo, que ni siquiera ingresan lo suficiente para poder tener una vida con unos mínimos de bienestar.
En este contexto de empobrecimiento de la mayoría, la minoría que generó la crisis es hoy más rica de lo que era, más rica que nunca, porque en su negocio todo ha sido ganancia: en los tiempos de la bonanza, porque su rentabilidad no tenía límite y, tras la quiebra de la burbuja inmobiliaria y el crack bancario, las pérdidas no tuvieron que asumirlas, al endosárselas, de modos distintos, al Estado, es decir, a la ciudadanía. Así, ese Estado que se financia en un 80 por ciento de las rentas del trabajo, asumió las deudas del gran capital, que paga poco o no paga, aprovechándose de figuras como las SICAV, paraísos fiscales o directamente el fraude o las amnistías.
¿Qué dicen quienes sostienen que la crisis es pasado? Pues que ha bajado el número de desempleados. Callan la desesperanza que en esa disminución ha influido de forma decisiva el número de personas que, hastiadas de pasar por la oficina de los servicios de empleo, han perdido la ilusión, dándose de baja, incluso sin haber encontrado nuevos empleos. Ocultan el número de personas, una gran mayoría de jóvenes con una extraordinaria preparación, que han tenido que emigrar y que ya no se computan como desempleados, como tampoco se contabilizan los que obtienen un infraempleo, por unas pocas horas y con salario de miseria, con el que no podrán llegar a final de mes.
El año que ha pasado ha sido el de la hipocresía y la mentira que pretende confundir recuperación económica con perpetuación de un modelo económico y político basado en la desigualdad, la pérdida de derechos laborales, sociales y ciudadanos. No es una exageración: a las reformas laborales, primero del PSOE y luego del PP, que legalizan la precarización de los trabajadores y trabajadoras, se suman los recortes en servicios y prestaciones básicas, como la salud –hoy nuestro sistema ya no es universal-, la educación o la protección social. Al tiempo, ante el malestar de la ciudadanía, el Gobierno, apoyado en el rodillo de su mayoría absoluta, ha decidido actuar en las libertades, en su recorte, con la reforma del Código Penal o con la aprobación de la Ley de Seguridad Ciudadana: el objetivo último es amordazar a la sociedad y evitar que la población pueda plantar cara a unas reformas que rompen el marco de juego que reconocía la Constitución de 1978, quebrada gracias a la connivencia y pacto entre el PSOE y el PP que, de espaldas a la gente, supeditaron los intereses de la mayoría a los del capital, con el cambio del artículo 135.
Ese es el contexto general que tiene su reflejo en Asturias con iguales resultados: decrece el paro y aumenta la precariedad. Se acortan derechos y prestaciones a la población en general y a quien más lo necesita en particular, pero se protege a las grandes fortunas.
Si había alguna duda respecto a la verdadera intención del PSOE de Javier Fernández, la pantomima de negociación presupuestaria que pretendió representar el Presidente ha dejado al descubierto que su sintonía con el PP es total, hasta el extremo de pactar las cuentas de la autonomía para 2015. Y es que 2014 ha sido la constatación del pacto entre el bipartidismo que desde IU denunciábamos desde 2013, cuando socialistas y populares se aliaban para bloquear la reforma electoral o, luego, cuando se blindaban en la Ley del Presidente. En 2015, el pacto se consuma, con unos presupuestos a la medida del bipartidismo: una fiscalidad injusta, que beneficia a los más ricos, cargando el peso de los impuestos en la gran mayoría de trabajadores, autónomos, comerciantes y pequeñas y medianas empresas. Y un gasto antisocial, porque la falta de ingresos se acompaña por una reducción del gasto social, que sería el único que reduciría la quiebra social que se está perpetrando y que el PP y el PSOE representan. Asturias se ha convertido en el laboratorio de ensayo del bipartidismo, como preludio de un gran pacto nacional si los resultados electorales ponen en peligro su continuidad en los Gobiernos y sus políticas subordinadas al auténtico poder en la sombra de las grandes corporaciones financieras y eléctricas.
La crisis no ha acabado para la gente que no encuentra empleo o que tiene un empleo que no le permite vivir con dignidad; la crisis seguirá ahí para la mayoría, toda vez que la recuperación no llega acompañada por la recuperación de los derechos políticos, civiles, económicos anteriores a que estallara la debacle económica.
Con esta radiografía, decir que 2014 fue el año en el que comenzó la recuperación es mentir a la gente.
Nos queda por delante un largo camino para recuperar esos derechos y ese bienestar que, en estos años, nos han arrebatado. 2015 debe convertirse en el punto de inflexión para que la ciudadanía recupere el poder que gobiernos felones le han hurtado.
Las elecciones autonómicas de mayo tienen que ser el punto de partida de un auténtico cambio en las políticas públicas. 2015 tiene que ser el año en el que el miedo cambie de bando e Izquierda Unida estará en primera línea, como lo ha hecho desde siempre, para defender los derechos de la ciudadanía, de la mayoría de la gente, frente a los privilegios del poder que, desde la sombra, ha gobernado desde hace demasiado tiempo. Y todos, incluida IU en los municipios, deben tener presente que la esperanza no pacta con el miedo, lo combate.