EN LA ENCRUCIJADA

Habrán leído y escuchado úl­timamente declaraciones interesadas sobre una me­joría de la situación econó­mica en Asturias y en Espa­ña; sobre el fin de la crisis y los recortes, so­bre una nueva etapa de progreso. No se de­jen engañar por esos discursos triunfalistas porque el fin de la crisis no será volver a la situación anterior a la misma. Hoy, aunque se acabara de un golpe el paro, tendríamos sobre la mesa importantes problemas que no los resolverá el pleno empleo.

Me gustaría poder decirles que lo peor ha pasado y que este año será el de la recu­peración, pero eso sería faltar a la verdad y, aunque me disgusta ser agorero, aún me incomoda más mentir y, si les dijera algo eso, les mentiría.

Quizá se pregunten que cómo puedo decir que, incluso, con el paro erradicado, no se habrán acabado los problemas. Les daré un dato y entenderán perfectamente de qué hablo: En España, hoy, hay más de 10 millones de pobres y, de éstos, 2 millones son personas que tienen empleo. Y ahí radi­ca mi afirmación, y mi lamento. Es verdad que, tímidamente, se está creando empleo, pero se trata de empleos de mala calidad, con sueldos tan bajos como para que sus perceptores sigan siendo pobres. Muchos de ellos a tiempo parcial, incluso algunos menos que eso, unas pocas horas reparti­das a lo largo de la semana.

Los indicadores macroeconómicos pueden ser buenos, pero a mí me intere­sa hablar de los microeconómicos porque son los que darán la auténtica radiografía de la salud real del país. En los hogares de la gente no caben discursos triunfalistas, porque de poco sirve que la prima de ries­go baje a 125 puntos básicos o se ponga en los 500: el bipartidismo ha aprovechado la crisis para dar un auténtico golpe de estado al modelo social y a la misma democracia. He elegido la prima de riesgo porque con ella nos han estado metiendo el miedo en el cuerpo, con un uso del lenguaje tan inte­resado como los discursos sobre el fin de la crisis. No es lo mismo hablar de 125 puntos básicos, o 500, que decir que la deuda es­pañola es un 1,25% más cara, en el primer caso, o un 5%, en el segundo. Seguro que la segunda forma de expresar lo mismo da menos miedo.

La economía va bien, dijo Aznar, re­petía Zapatero y salmodia Rajoy, pero las prestaciones por desempleo son menores y millones de personas no tienen ningún ingreso; las reformas laborales, primero la del PSOE y luego la del PP, han merma­do los derechos laborales y nunca fue tan fácil y barato como despedir a la gente; la fiscalidad es hoy más injusta y, mientras se conceden amnistías a los defraudadores, se rebaja la presión fiscal a grandes fortunas y conglomerados económicos, se aumen­tan los impuestos a quienes viven de una nómina, a los autónomos, y al pequeño y mediano comercio.

Hablar de la España de 2015 es hablar de la mayor vulnerabilidad de la infancia, también en Asturias, donde 1 de cada cua­tro menores está en situación de pobreza y 1 de cada 10 con privaciones severas, si atendemos a las familias con dos menores a su cargo. La sanidad ya no es universal, y los copagos están alejando de la adecuada atención a su salud a grupos especialmente vulnerables. En educación hay una retrac­ción de los presupuestos, con menos recur­sos no solo para mantener el sistema, sino para ayudas al estudio, mediante becas o subvenciones a la adquisición de material escolar.

Para cerrar el círculo, en 2015 nuestra sociedad es menos democrática y, con el fin de amordazar a quienes levanta la voz, para defenderse, para criticar la involución, se les condena, incluso a la cárcel. Aunque pueda sonar exagerado, gracias al cambio en la Ley de Seguridad Ciudadana y en el Código Penal, España volverá a tener pre­sos políticos.

Pero no todo son malas noticias. 2015 debe ser también el año del cambio. La ciudadanía tiene la oportunidad de decir basta a políticas bastardas y a quienes las han sostenido, traicionando a la gente para ponerse al servicio de los poderosos. Quie­nes nos han traído hasta aquí tratarán por todos los medios de perpetuarse, haciendo de los gobiernos títeres del auténtico poder en la sombra. Ya lo ven en Grecia, donde se trata de ganar las elecciones no con los vo­tos, sino con las amenazas que llegan des­de Alemania. En casa, más de lo mismo: PSOE y PP juegan a los pactos, empezan­do por Asturias, de la que han hecho su la­boratorio para ver si, tras el examen de las autonómicas y municipales, pueden exten­der a las elecciones generales sus compo­nendas ante el temor a perder el poder.

Estamos en la encrucijada y 2015 será tan bueno como para parar el golpe de es­tado al bienestar y la democracia o tan ma­lo como para que quienes nos han engaña­do para robarnos logren, una vez más, apa­rentar que son corderos. Son lobos y este año tenemos la oportunidad de pararlos.

Manuel González Orviz
Coordinador de IU Asturias

Publicado en Asturias Diario
10 de enero de 2015
http://www.asturiasdiario.es/web/?p=19927

JULIO ROZADA CALLEJA «EL CHORE», DE LOS CUATRO DEL BESCÓN

Julio Rozada Calleja «El Chore», de Los cuatro del Bescón

Cumplidos los 18 años, en torno a 1911, se va a Argentina, donde vivían unos parientes, buscando fortuna o huyendo de la leva, o quizás ambas cosas, no se sabe. Al cabo de unos años vuelve y contrae matrimonio con Ludeva, la de El Batán, Ludivina Cuello Rozada, con la que tiene cuatro hijos: José, Ignacio, Ángel y Domitila. Sus nietos, Julio y Antonia, coinciden en señalar que estuvo un par de años en Argentina -la foto que se acompaña es realizada allá-. No obstante, teniendo en cuenta que su primer hijo nace hacia 1924, hay que dudar de la exactitud de esta fechas.

Para Antonia, su abuelo «fue mineru». Para, otro nieto, Julio, «fue carniceru, de ahí el apodo de El Chore, por los chorizos». La seguridad de ambos, en sus afirmaciones, hace pensar que quizás pudiera haber simultaneado o desarrollado, en diferentes fases de su vida, ambas actividades. «En la casa se conservaba, por ahí andará, una libreta con los apuntes de los ingresos y las deudas de la carnicería», sostiene Julio. La dudas son lógicas. El miedo habitaba las mentes de los vencidos. El terror impuesto por los vencedores que, todopoderosos, te daban o quitaban la vida. Así se entiende lo que suspira Antonia, ante su conocimiento vago de los hechos, y el interés de su hijo adolescente, que con los ojos abiertos, como platos, quería conocerlo y entenderlo todo; se acababa de enterar: «mi tíu Ignacio y mi madre, de esto, nun quisieron saber más».

Hombre de izquierdas, por la edad, no parece haber participado ni en la Revolución del 34 ni en la Guerra Civil. Tras la derrota en Asturias, sufre la presión como desafecto al régimen. «Tuvo qu’echase al monte. Por lo de la política y por denuncias de xente que-y debín perres -dice Julio, que asevera-, hay un libro de cuentes en casa con lo que-y debín»

Ya «fugau», le suministraba, en ocasiones, su hijo Ángel, que tenía 9 años cuando mataron a su padre. Éste contó a sus hijos las «más de ochenta palices que-y dieron a Ludeva pa que cantara donde taba el marido», y, a pesar de que ella se protegía abrazándose a su hija Domitila, de menos de tres años, la edad que tenía a la muerte de su padre, la machacaron «¡Cómo sí-y dieran a un colchón!». Los otros dos hijos, José e Ignacio, sólo tenían catorce y doce años cuando lo asesinaron.

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Herido de muerte en el Bescón de Ludivina. Fueron traicionados. Allí también resultó fatídicamente herido Arsenio González Llaneza, «El Llargu», y les segaron la vida a Alfredo Llaneza González, «El Gitano», y a José García Álvarez, «Barrendero». Un tiro le atravesó el abdomen; se dice que fue herido al saltar la pared de piedra que cercaba el Bescón, «pa contra la mata», y alcanzado al erguirse para superarlo. En este estado, pudo contactar con Ludeva, su mujer, que intentó curarlo, pero se le fue la vida a los seis u ocho días. Falleció en un abrigo natural, en el que lo tenia escondido, en el Picu Mayau-Robellá, parroquia de Santa Bárbara, en San Martín del Rey Aurelio, muy cerca y un poco por encima de donde hoy se encuentra el depósito de agua que suministra al pueblo de la Robellá.

La persecución, hasta el exterminio, de aquellas personas leales a la causa de la República y de la libertad no se agotaba con el asesinato: se le negó un digno entierro, el reposo en el cementerio de la Hijuela. Ludeva, hijos y familia, sepultaron a Julio detrás de casa. Sobre su tumba, en ese mismo lugar, un par de rosales, de rojas rosas, que Ignacio y Domitila cuidaban y protegían como un testimonio, permanecieron hasta hace pocas fechas. Aún hoy, su nieta es capaz de mostrar a su hijo, bisnieto de julio, el lugar exacto donde estuvo enterrado. Creo que, en breves fechas, Ignacio hará que vuelvan a florecer.

No hay acuerdo sobre el tiempo que permaneció en ese lugar. Ignacio, el hijo fallecido, me contó en cierta ocasión que bastante tiempo. Sin embargo, no pasó del mes. Sus restos reposaron en una tumba que compartió, ya explicaré con quién, hasta que una reforma del cementerio se la llevó por delante y con ella, sus restos. Hoy sólo puebla nuestra memoria, pues sus huesos están en el osario o quizás bajo cualquier fila de nichos.

El 30 de julio de 1952, en el pueblo de La Cruz, justo enfrente donde salía, y sigue entroncando, la carretera al Pozu mineru del Socabón, los fascistas exhibían orgullosos y vejaban los cadáveres de Andrés Llaneza Rozada «El Gitano» y de Fernando Alvarez Iglesias, «el Alcalde de Les Bareres», a los que acaban de dar «caza» -el lenguaje de los desalmados hace más realista la imagen-. En persecución implacable, les quedaban pocos por «cazar». Cuentan que, ante la inhumanidad y la falta de respeto a los cadáveres de sus dos vecinos, a los que pateaban y tampoco les querían dar reposo en un lugar digno, José, el huérfano de «El Chore», el mayor de los hijos, levantó la voz y dijo: «¡que los entierren con mi padre!». Así permanecieron juntos los cuatro, porque a éstos se sumó el cuerpo de Ovidio «El Gitano», asesinado en Polio.

De José no se volvió a saber. Aquella noche ya no durmió en casa. Había sido obligado a cavar una fosa amplia para enterrarlos en el cementerio de Santa Bárbara. Terminada la tarea, le indicaron que les acompañará al cuartel. Temiendo lo que le esperaba, posiblemente torturas hasta la muerte, pidió permiso para ir a cambiarse a lo que accedieron. Los vecinos acompañaban a los familiares de los difuntos. Quizás presumían, los de la brigadilla y sus cómplices, que las represalias sobre José podrían posponerse a un lugar y momento de menor visibilidad. ¿Les importaría? Su casa, en El Batán, estaba a quinientos metros del cementerio, le autorizaron a hacerlo. Afortunadamente, José aprovechó este permiso y un descuido para fugarse y tras un largo periplo consiguió pasar a Francia. Se sabe que residió en Montluçon y que contrajo matrimonio con Gentina Ordiz, de la familia del Furcu de la misma parroquia. Ésta había sido novia de otro fugau, Ladino (Aladino Suárez González, de la Seca l’Agua, asesinado en Orizón – Nava) y terminó exiliada con el hijo que tenían. Gentina y José tuvieron dos hijos más.

Asturias, 17 de febrero de 2013